jueves, 27 de septiembre de 2007







Los órganos reproductores externos femeninos (genitales) tienen dos funciones: permitir la entrada del esperma en el cuerpo y proteger los órganos genitales internos de los agentes infecciosos. Debido a que el aparato genital femenino tiene un orificio que lo comunica con el exterior, los microrganismos que provocan enfermedades (patógenos) pueden entrar y causar infecciones ginecológicas. Estos patógenos se transmiten, en general, durante el acto sexual.
Los órganos genitales internos forman un aparato que se inicia en los ovarios, encargados de la liberación de los óvulos, y se sigue por las trompas de Falopio (oviductos), donde tiene lugar la fertilización de un óvulo; a continuación sigue el útero, donde el embrión se convierte en feto, y acaba en el canal cervical (vagina), que permite el alumbramiento de un bebé completamente desarrollado. El esperma puede recorrer todo el aparato en dirección ascendente hacia los ovarios y los óvulos en sentido contrario.
Órganos genitales externos
Los órganos genitales externos (vulva) están bordeados por los labios mayores (literalmente, labios grandes), que son bastante voluminosos, carnosos y comparables al escroto en los varones. Los labios mayores contienen glándulas sudoríparas y sebáceas (que secretan aceite); tras la pubertad, se recubren de vello. Los labios menores (literalmente, labios pequeños) pueden ser muy pequeños o hasta de seis centímetros de ancho. Se localizan dentro de los labios mayores y rodean los orificios de la vagina y la uretra. El orificio de la vagina recibe el nombre de introito y la zona con forma de media luna que se encuentra tras ese orificio se conoce como horquilla vulvar. A través de diminutos conductos que están situados junto al introito, las glándulas de Bartholin, cuando son estimuladas, secretan un flujo (moco) que lubrica la vagina durante el coito. La uretra, que transporta la orina desde la vejiga hacia el exterior, tiene su orificio de salida delante de la vagina.
Órganos genitales externos de la mujer
Los dos labios menores tienen su punto de encuentro en el clítoris, una pequeña y sensible protuberancia análoga al pene en el hombre que está recubierta por una capa de piel (el prepucio) similar a la piel que se encuentra en el extremo del miembro masculino. Al igual que éste, el clítoris es muy sensible a la estimulación y puede tener erección.
Los labios mayores se encuentran en la parte inferior, en el perineo, una zona fibromuscular localizada entre la vagina y el ano. La piel (epidermis) que cubre el perineo y los labios mayores es similar a la del resto del cuerpo (gruesa, seca y puede descamarse). Por el contrario, el revestimiento de los labios menores y la vagina es una membrana mucosa; a pesar de que sus capas internas son de estructura similar a la epidermis, su superficie se mantiene húmeda gracias al líquido de los vasos sanguíneos de las capas más profundas que atraviesa el tejido. Su gran cantidad de vasos sanguíneos le da un color rosado.
El orificio vaginal está rodeado por el himen (o membrana virginal). En la mujer virgen, el himen puede cubrir por completo el orificio, pero en general lo rodea como un anillo ajustado. Como el grado de ajuste varía entre las mujeres, el himen puede desgarrarse en el primer intento de mantener una relación sexual o puede ser tan blando y flexible que no se produce desgarro alguno. En una mujer que no es virgen, el himen es como un pequeño apéndice de tejido que rodea el orificio vaginal.
Órganos genitales internos
Las paredes anterior y posterior de la vagina normalmente se tocan entre sí, para que no quede espacio en la vagina excepto cuando se dilata, por ejemplo, durante un examen ginecológico o una relación sexual. En la mujer adulta, la cavidad vaginal tiene una longitud de 9 a 12 centímetros. El tercio inferior de la vagina está rodeado de músculos que controlan su diámetro, mientras que los dos tercios superiores se unen por encima de estos músculos y pueden estirarse con facilidad. El cérvix (la boca y el cuello del útero) se encuentra en la parte superior de la vagina. Durante los años fértiles de la mujer, el revestimiento mucoso de la vagina tiene un aspecto rugoso, pero antes de la pubertad, y después de la menopausia (si no se toman estrógenos), la mucosa es lisa.
Órganos genitales femeninos internos
El útero es un órgano con forma de pera situado en la parte superior de la vagina, entre la vejiga urinaria por delante y el recto por detrás, y está sujeto por seis ligamentos. El útero se divide en dos partes: el cuello uterino o cérvix y el cuerpo principal (el corpus). El cuello uterino, la parte inferior del útero, se abre dentro de la vagina. El útero normalmente está algo doblado hacia delante por la zona donde el cuello se une al cuerpo. Durante los años fértiles, el cuerpo es dos veces más largo que el cuello uterino. El cuerpo es un órgano con abundante musculatura que se agranda para albergar al feto. Sus paredes musculares se contraen durante el parto para impulsar al bebé hacia fuera por el fibroso cuello uterino y la vagina.
El cuello uterino contiene un canal que permite la entrada del esperma en el útero y la salida de la secreción menstrual al exterior. Excepto durante el período menstrual o la ovulación, el cuello uterino es en general una buena barrera contra las bacterias. El canal del cuello uterino es demasiado estrecho para que el feto lo atraviese durante el embarazo pero durante el parto se ensancha para que sea posible el alumbramiento. Durante un examen pélvico, el médico puede observar la porción de cérvix que sobresale y entra en el extremo superior de la vagina. Al igual que la vagina, esta parte del cuello uterino está recubierta de mucosa, aunque ésta es de tipo liso.
El canal del cuello uterino está recubierto de glándulas que secretan un moco espeso e impenetrable para el esperma justo hasta el momento en que los ovarios liberan un óvulo (ovulación). Durante la ovulación, la consistencia del moco cambia para que el esperma pueda atravesarlo y fertilizar el óvulo. Al mismo tiempo, el moco que secretan estas glándulas del cuello uterino tiene la capacidad de mantener el esperma vivo durante 2 o 3 días. Más tarde este esperma puede desplazarse hacia arriba y, atravesando el cuerpo del útero, entrar en las trompas de Falopio para fertilizar el óvulo; en consecuencia, el coito realizado 1 o 2 días antes de la ovulación puede acabar en un embarazo. Debido a que algunas mujeres no ovulan de forma regular, el embarazo puede producirse en distintos momentos tras el último período menstrual.
El revestimiento interior del cuerpo del útero (endometrio) se hace más grueso todos los meses después del período menstrual (menstruación). Si la mujer no queda embarazada durante ese ciclo, la mayor parte del endometrio se desprende y tiene lugar una hemorragia, que constituye el período menstrual.
Las trompas de Falopio tienen una longitud de 6 a 9 centímetros desde los extremos superiores del útero hasta los ovarios. El extremo de cada trompa se ensancha y adopta una forma de embudo, constituyendo un orificio de mayor diámetro para facilitar la caída del óvulo en su interior cuando éste es liberado por el ovario. Los ovarios no están unidos a las trompas de Falopio, pero se encuentran suspendidos muy cerca de ellas gracias a un ligamento. Los ovarios, de color perla, tienen una forma oblonga y son algo menores que un huevo cocido.
Los cilios (prolongaciones de las células, similares a pelos que se mueven en vaivén) que recubren las trompas de Falopio y los músculos de sus paredes impulsan el óvulo hacia abajo a través de estos tubos. Cuando un óvulo encuentra un espermatozoide en la trompa de Falopio y es fertilizado por éste, comienza a dividirse. En un período de 4 días, el diminuto embrión sigue dividiéndose mientras se desplaza lentamente hacia abajo por la trompa hasta llegar al útero. El embrión se adhiere a la pared uterina, donde queda fijo; este proceso se denomina implantación o anidación.
Cada feto femenino cuenta con 6 o 7 millones de oocitos (células ovulares en desarrollo) a las 20 semanas de embarazo y nace con alrededor de dos millones de oocitos. En la pubertad, sólo quedan entre 300 000 y 400 000 para madurar y convertirse en óvulos. Los miles de oocitos que no completan el proceso de maduración degeneran de forma gradual y, tras la menopausia, no queda ninguno.
Evaluación ginecológica
En primer lugar, la mujer debería escoger un médico con el que pueda hablar con confianza de ciertos temas delicados, como el sexo, el control de la natalidad y el embarazo. El ginecólogo debe estar preparado para abordar problemas familiares, como el abuso físico y emocional, y el consumo de drogas; toda la información que reciba tendrá carácter confidencial. En ciertos países existen leyes que exigen el consentimiento de los padres para tratar a los menores (en general por debajo de 18 años). Durante una visita ginecológica, el médico (ginecólogo, internista, pediatra o médico de familia), la enfermera o la comadrona deben estar preparados para responder a preguntas acerca de las funciones sexuales y reproductivas, incluyendo las que se refieren a la práctica del sexo con garantías de seguridad.
Historia clínica ginecológica
La evaluación ginecológica comienza con una serie de preguntas (historia clínica ginecológica) que, en general, se centran en el motivo de la visita. Una historia clínica ginecólogica completa incluye preguntas acerca de la edad de inicio de la menstruación (menarquía), su frecuencia, regularidad, duración y cantidad de flujo, así como las fechas de los dos últimos períodos menstruales. Así mismo suelen hacerse preguntas acerca de una hemorragia anormal, excesiva o escasa, o episodios de menstruación anormal. También es posible indagar acerca de la actividad sexual para determinar la presencia de infecciones ginecológicas, lesiones y la posibilidad de un embarazo. Se le pregunta a la paciente si usa o desea usar métodos para el control de la natalidad y si le interesa recibir asesoramiento u otra información. Se registra el número de embarazos, las fechas en que tuvieron lugar, el resultado y las complicaciones que se presentaron. El médico pregunta a la mujer si siente dolor durante la menstruación, durante el coito o en otras circunstancias, con qué intensidad se presenta y cómo logra calmarlo. También incide en las cuestiones que atañen a los problemas de las mamas (dolor espontáneo, bultos, dolor al tocarse, enrojecimiento y secreción por los pezones). Por último, se averigua si practica el autoexamen de mamas, con qué frecuencia y si necesita instrucciones para conocer su técnica.
Recolección de células cervicales para una Pap
A partir de la revisión del historial de las enfermedades ginecológicas, se obtiene un historial médico y quirúrgico completo que incluye problemas de salud que no son estrictamente ginecológicos. Es necesario conocer todos los fármacos que la mujer consume, incluyendo medicamentos recetados o de venta libre, así como drogas, tabaco y alcohol, ya que muchos de ellos afectan a la función ginecológica y a la salud general. Las preguntas relacionadas con el abuso mental, físico o sexual en el presente o el pasado son de extrema importancia.
Algunas preguntas se centran en aspectos que atañen a la orina, para descubrir si la mujer presenta alguna infección o si tiene incontinencia, es decir, pérdida involuntaria de orina.
Exploración ginecológica
Algunas mujeres se sienten incómodas ante un examen ginecológico. Tal circunstancia se debe comunicar al médico de antemano, para que éste pueda tomarse más tiempo y asegurarse de responder a todas las preguntas.
En general, se indica a la mujer que orine antes de la exploración física y que recoja una muestra para su evaluación en el laboratorio. El examen de mamas puede efectuarse antes o después del examen pélvico. Estando la mujer sentada, el médico examina las mamas para descubrir irregularidades, retracciones o adherencias de la piel, bultos y secreción de cualquier tipo. Seguidamente, aún sentada o tumbada, con los brazos en jarra o sobre la cabeza, el médico palpa cada mama con la mano plana y examina cada axila en busca de ganglios linfáticos aumentados de tamaño. El médico también explora el cuello y la glándula tiroides en busca de bultos y anomalías.
El médico palpa suavemente toda la zona entre las costillas y la pelvis (el abdomen) en busca de tumoraciones o de anormalidades en el tamaño de los órganos, en especial el hígado y el bazo. A pesar de que la mujer puede sentir cierto malestar cuando el médico hace una palpación profunda, el examen no debería provocarle dolor. El hecho de golpear con los dedos (percusión) mientras se oye la diferencia entre las áreas que suenan a hueco y las que emiten un sonido más apagado ayuda a establecer el tamaño del hígado y el bazo. Para poder identificar anomalías que no están al alcance de la palpación, se escucha con un fonendoscopio la actividad del intestino y los ruidos anormales que pudiera hacer la sangre al circular por vasos sanguíneos estrechos.
Durante la exploración pélvica, la mujer se recuesta boca arriba con las caderas y las rodillas flexionadas y las nalgas colocadas en el borde de la camilla. La mayoría de éstas habitualmente cuentan con estribos para los talones o las rodillas que ayudan a mantener esa posición. Si la paciente lo desea, puede observar la exploración mientras se está realizando, mediante la colocación de unos espejos; también puede proporcionársele todo tipo de explicaciones y diagramas. Para facilitar este intercambio es recomendable comunicar al médico con anticipación el deseo de tener dicha información. Seguidamente, se efectúa una inspección visual de la zona de los genitales externos y se presta atención a la distribución del vello y cualquier otra anomalía, alteraciones de la coloración, flujo o inflamación. Este examen puede confirmar que todo está bien o indicar, por el contrario, trastornos hormonales, cáncer, infecciones, lesiones o abusos físicos.
Utilizando guantes, el médico abre los labios para examinar el orificio de la vagina. Con un espéculo (un instrumento metálico o de plástico que separa las paredes de la vagina), a temperatura adecuada y lubricado con agua, se examinan las áreas más profundas de la vagina y el cuello uterino. Este último se explora con cuidado para detectar signos de irritación o cáncer. Para realizar una prueba de Papanicolaou (Pap), se raspan células de la superficie del cérvix uterino con un pequeño aplicador de madera muy similar a una espátula, con el fin de obtener células. A continuación, puede utilizarse un pequeño cepillo para obtener una muestra de células del cuello uterino. La paciente nota sensaciones, pero estos procedimientos no le provocan dolor. Las células extraídas con el cepillo o con el aplicador de madera se colocan sobre un portaobjetos, que es rociado con una sustancia fijadora, y se envía al laboratorio, donde se examina al microscopio en busca de signos de cáncer cervical. La Pap, el mejor método para detectar cáncer cervical, identifica entre un 80 y un 85 por ciento de dichos cánceres, incluso en sus primeras fases. La prueba es más precisa si la mujer no se lava ni usa medicación por vía vaginal al menos durante las 24 horas previas.
Si el médico sospecha que existen otros trastornos, se pueden realizar otras pruebas. Por ejemplo, si existen indicios de una infección, se frota la vagina y el cuello uterino con una escobilla y se obtiene una pequeña cantidad de secreción vaginal para su cultivo y evaluación microscópica en el laboratorio.
En esta primera fase, se evalúan la fuerza y la resistencia de la pared vaginal con el objetivo de detectar cualquier protrusión de la vejiga urinaria en la parte frontal de la pared de aquélla (cistocele), una protrusión del recto en la parte posterior (rectocele) o una protrusión del intestino en el vértice superior de la vagina (enterocele).
Dilatación y legrado (D y C)
Después de quitar el espéculo, el médico realiza una exploración bimanual, es decir, introduce los dedos índice y medio de una mano dentro de la vagina y coloca los dedos de la otra sobre la parte inferior del abdomen por encima del hueso púbico. En esta posición, el útero se palpa como una estructura con forma de pera, lisa y consistente, y, además, es posible determinar su posición, tamaño, alteración de la consistencia y si es dolorosa su palpación. Luego, se intenta palpar los ovarios moviendo la mano sobre el abdomen hacia los lados y presionando un poco más. Como los ovarios son pequeños y mucho más difíciles de percibir que el útero, se necesita más presión; la mujer puede notar una sensación algo desagradable. El médico determina el tamaño de los ovarios y si la zona es dolorosa; así mismo, busca irregularidades o áreas dolorosas dentro de la vagina.
Finalmente, el médico coloca el dedo índice dentro de la vagina y el dedo medio dentro del recto para efectuar un examen rectovaginal. De este modo, se examina la pared posterior de la vagina para detectar masas o engrosamientos. Además, se examina el recto en busca de hemorroides, fisuras, pólipos y bultos, y se analizan las deposiciones con el fin de descubrir la existencia de sangre no perceptible a simple vista (oculta). También es posible entregar a la mujer un equipo para que en su domicilio compruebe en varias ocasiones que no existe sangre oculta en sus heces.
A veces se necesita realizar pruebas más complejas. Para examinar los órganos genitales internos, se emplean varias técnicas, incluyendo instrumentos que aplican tecnología de fibra óptica. Las fibras ópticas son tiras delgadas y flexibles hechas de plástico o cristal que transmiten luz. Con un cable de fibra óptica conectado a un tubo de visualización o laparoscopio es posible examinar el útero, las trompas de Falopio o los ovarios sin necesidad de realizar una gran incisión. El laparoscopio también facilita la práctica de procedimientos quirúrgicos en el aparato genital.

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